Montoro en el banquillo

19 de julio 2025 - 03:07

No voy a celebrar como si fuese un golazo de la selección española en una Eurocopa la imputación de Cristóbal Montoro. Y eso que el ministro de Hacienda de Rajoy, en vez de hacer lo mismo que su jefe, esto es, nada, estuvo chocantemente activo. Contra toda promesa electoral, subió los impuestos como nadie, lanzado a la tasa sin tasa. Se nos decía entonces con compungido gesto tecnócrata que el agujero en las cuentas de Zapatero obligaba a poner unas nuevas exigencias fiscales. El abismo era más negro que los hombres de negro que iba a enviarnos la Unión Europea, la misma que no envía a nadie a ver lo que hace o no hace Sánchez con las cuentas y con el Estado de Derecho. No sé si era verdad, porque más agujeros tenían las cuentas de Argentina, y Milei ha bajado los impuestos, y la economía argentina está deshaciéndose de la deuda mejor y más rápido de lo que hizo la española con Montoro.

A pesar de todo esto, me sabe mal disfrutar con lo de Montoro porque el Schadenfreude o alegría por el sufrimiento ajeno es muy bajuno. Decía Chesterton que el bárbaro es el que aúlla si le hieren y se ríe cuando te hieren. No quiero ser un bárbaro.

Pero tampoco lo siento menos, si el insaciable Montoro ha cometido algún delito, que cuando imputan al hermano del presidente, al secretario general del presidente, al otro secretario general del presidente o a la señora del presidente.

Y me parece muy sintomático de la mentalidad de las izquierdas españolas que piensen que la imputación de Montoro nos va a suponer un quebranto espiritual o nos va a deslegitimar a los de derechas. ¿Cree el ladrón (con perdón) que todos sus de su condición? Al traslucir ese vaticinio demuestran lo poco que conocen a las derechas. Por un lado, Montoro nunca fue talmente de los nuestros, aunque se quedó con lo nuestro, (o precisamente por esto).

Y, por otro lado, que la justicia, aunque con cierta lentitud, funcione nos alegra. El sistema judicial debe velar, más que nada, para que los poderosos, actuales o pasados y, desde luego, futuros, no se salgan con la suya, que casi siempre es la nuestra.

Así que, para quien corresponda, yo, como columnista oficialmente de derechas, informo que ninguna imputación me alegra bárbaramente, eso espero que nunca, pero que tampoco me deprime nada, si puede decirse así.

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