El "papi" Puigdemont

Tras casi siete años huido en el extranjero, y pese a la orden de detención nacional contra él, Puigdemont, dio su mitin y luego se esfumó.
Tras casi siete años huido en el extranjero, y pese a la orden de detención nacional contra él, Puigdemont, dio su mitin y luego se esfumó. / Alberto Estévez/Efe

29 de junio 2025 - 11:56

Al fresco belga, sentando en una silla de anea, a la puerta de la casa, anda el expresidente de la Generalitat departiendo con los vecinos de temas variopintos entre botellines, chatos de vino, tortilla de patatas, aceitunicas verdes y ‘pa amb tomàquet’. Charlan sobre el calor belga, el pinchazo de la Familia de la Tele (pero sin supremacismo cultural) o de la enésima palanca del Barça. Sólo cuando la cosa coge brío le cuestionan sobre el regreso a la patria (chica, pero patria) y bromea con el dispositivo de captura de su última aparición mariana en tierra catalana, cuenta anécdotas muy divertidas sobre aquel mitin a la carrera, lo conchabados que estaban y cómo se ‘enrollaron’ con él. Todo Houdini requiere de unos cuantos trucos.

El fresco portal de la casa, amplia estancia que mira hacia Monsterrat, se queda para las reuniones con los emisarios del Gobierno que acuden para preparar su esperado retorno. Es tal el trasiego de los últimos meses, que el alcalde de Waterloo, donde está la casa del “papi” Puidemont, tuvo que poner carteles “españolistas” para que los peregrinos no fueran molestando al resto de vecinos preguntando por la conocida como Casa de la República, sita en el número 24 de la Avenida de l’Avocat.

Y es aquí, honorable presidente, donde queremos hacerle ver que, si alguna vez fuimos contrarios a su sutil golpe de estado, a enfrentar a catalanes, a tensionar la convivencia con el resto de España, fue por puro desconocimiento. Nos falta, sin duda, cultura democrática, somos unos cazurros al interpretar el texto legal. Una vez que el presidente Sánchez fijó el criterio dijimos que nada de amnistía porque era ilegal y anticonstitucional, y ya sabe lo que nos gusta la Carta Magna, más que comer con los dedos. Además, ministros importantes de cosas recias nos dijeron que sería subvertir el orden legal y, al fondo de la barra, cuestionaron si las dos eran con ‘b’ y si el verbo subvertir era transitivo o intransitivo. Despejadas las dudas, abrazamos el argumentario y dimos por bueno que se aplicara el artículo 155 antes y todo lo demás que vino después.

Pero querido Puigdemont, la vida cambia, añoramos que nos cantes las cuarenta cada dos por tres, que nos dejes en evidencia con tu ilustración de bolsillo. Con el discurrir del calendario, echamos de menos ese pelazo tuyo, esa cantarina prosodia y, además, el presidente detectó que estábamos equivocados, a este iletrado pueblo español le falta raciocinio y no le basta con sudar la camiseta. Así las cosas, nuestro presidente nos susurró al oído, casa por casa, que lo mejor para la convivencia era una amnistía para pasar página y que no era por los 7 dichosos votos que le faltaban, que se trataba de tener alturas de miras. Él lo supo desde el principio, pero quiso que aprendiéramos de nuestros errores. Eso es un líder. Pero Pedro que dijimos que era anticonstitucional e ilegal, a lo que me espetó, levitando dos palmos por encima del suelo, que, si no iba a evolucionar, si no iba a salir de mi zona de confort y que estuviera atento al dictamen del Tribunal Constitucional que llegaría, me adelantó que sería "una magnífica noticia".

Desde entonces, ando taciturno y hago acto de contrición, me arrepiento de mis pecados españolistas, rezo en privado y en público por tu glorioso regreso bajo palio. Espero que, a la llegada de esta misiva, sigas fuerte de ánimo, que redactes tu recurso de amparo al Constitucional con la gracia que atesoras y que tus días de exilio acaben cuanto antes. Perdónanos, porque tú si sabías lo que hacías. Aquí, desde la reserva, otro Galindo: "Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo".

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