El PSOE se ha hecho ‘lennynista’

09 de julio 2025 - 03:10

El PSOE de Felipe González renunció al marxismo en el congreso federal de mayo de 1979. Ese día yo corrí el maratón de Madrid, el concejal Ramón Tamames, entonces del Partido Comunista, dio la salida a los corredores. Era el Madrid de Tierno Galván. Por la tarde fui a cubrir el congreso y mi paisano Manuel Marín, hombre clave para la entrada de España en la Unión Europea, me dijo que parecía un madelman caminando. De las agujetas maratonianas. La renuncia de Felipe fue muy contestada, hasta el punto de que decidió renunciar a la secretaría general.

El PSOE de Pedro Sánchez, y la preposición aquí cobra una importancia rotunda, porque es suyo, su cortijo, su hacienda, su chiringuito, rehabilitó al marxismo en el ADN de algunos de los socios que están en el Gobierno y de los que apoyan su agonizante legislatura. Pero además ha apostado por el lennynismo. No me refiero a Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, que también tiene buen predicamento en algunas carteras ministeriales, sino a Lenny Bruce. En la película Lenny, de Bob Fosse, el cómico al que encarnaba Dustin Hoffman y que escandalizaba a la pazguata sociedad norteamericana, es detenido en plena actuación. En su defensa, les dice a los policías: “me detienen por decir lo que ellos hacen”.

Hay un precedente que sacude los muros de las iglesias cada vez que lo lee el sacerdote antes de la homilía. Es del Evangelio de san Mateo sobre los fariseos: “haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen”. En su inacabable chistera, el mago Pedro Sánchez ha conseguido que una parte de la sociedad española no hable tanto de lo que han hecho destacados miembros de su Gobierno y de su partido, con derivaciones que han llevado a los tribunales y a la cárcel, como de las reacciones que esos hechos, a veces escandalosamente delictivos y en cualquier caso inmorales, han provocado en el adversario político. Como si en un partido de fútbol no se juzgara a los futbolistas, sino a quienes firman las crónicas.

En periodismo hay una premisa fundamental: las opiniones son libres, los hechos son sagrados. El que gobierna se mueve en el territorio de los hechos; el que está en la oposición, en el de las opiniones. Es un misterio de la lingüística digno de ser estudiado por Saussure, Roland Barthes o Noam Chomsky que las palabras del que comenta tengan más peso que los hechos del que miente, esconde, tergiversa y en algunos casos delinque. El nuevo Santo Oficio perpetra autos de fe contra los que dicen lo que otros hacen. El síndrome de Lenny Bruce. Y entonces aparece el comodín del público: la ultraderecha, la xenofobia, la homofobia, los pactos con el diablo cuando tienen al demonio en el Consejo de Ministros. Unos con Lucifer, otros con Mefistófeles.

García Márquez era muy amigo de Felipe González, pero el realismo mágico nunca había llegado tan lejos como con Pedro Sánchez. El rey de las elipsis.

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