Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Otra vez
EN LINEA
Acostumbrada la política española a los golpes de efecto, el tramontano Puigdemont se dispone a realizar su enésima cabriola. Sin la destreza ni sonrisa de la americana Simone Biles, el fugado por amor a su causa, se dispone a un doble carpado, con medio giro antes de tocar suelo español y un vuelo mortal planchado con giro y medio antes de que lo detengan.
Para este tipo de salto se requiere potro o caballo para impulsarse por el aire de la patria catalana. En este caso, el aparato es el propio lomo del presidente del Gobierno y, por extensión, nuestras anchas espaldas.
Todo el riesgo es controlado, ahora hay red donde caer gustosamente y sabe que su ejercicio tendrá, sino una buena nota de los jueces, al menos serán magnánimes por obra y gracia de una Ley de Amnistía escrita a cuatro manos entre la pérfida España y la dulce Bélgica.
Tan planificado está su viaje que, como un veraneante más, consulta las opiniones en el “Booking de las cárceles", la valoración del buffet, si la habitación tiene buenas vistas y la conexión del wifi, muy importante.
El pobre hombre tuvo que abandonar España en el maletero de un coche rumbo a lo desconocido (y sin su peluquero de confianza) y ahora, gracias al delito de malversación que, de momento, no queda impune, amenaza con volver en olor de butifarra independentista.
Riesgo controlado de pasar unos meses en prisión, capitalizar apoyos como mártir para la causa y darse el gustazo de dinamitar el chanchullo del cupo catalán entre el socialismo, según Sánchez, y ERC. En clave española, si lo permiten, un último ejercicio con nota: hacer saltar, en escorzo despechado, la legislatura que, con tanto mimo y tragaderas, se concertó entre el presidente saltador de obstáculos y un plantel de corifeos unidos por interés y dopados hasta las trancas.
El espectáculo puede dejar lo del Bercy Arena de París en performance de segunda si se da la circunstancia de que el ínclito logre entrar en el Parlament, donde no podría ser detenido. Encarguen sus palomitas (rosetas en Jaén) y sus bebidas preferidas en sus ultramarinos de confianza porque la escenografía y montaje serán olímpicos.
No habrá descanso, pues, para el presidente, barones, baronesas y el resto de la tropa que, con desigual suerte, tienen que salir a la palestra para realizar un ejercicio de escapismo diario y dar por bueno lo que antes no lo fue. Se están ganando, sino la medalla, al menos, la extraordinaria.
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