Puteros y puteras

¡Oh, Fabio!

05 de julio 2025 - 03:09

Una de las grandes medidas que va a adoptar el PSOE del tardosanchismo es la expulsión del partido de todos aquellos que contraten a prostitutas, los famosos “puteros” (con perdón, pero esa es la truculenta palabra que se ha instalado en el lenguaje político habitual, y aquí intentamos hacer columnismo, no manuales de urbanidad). Por ahora, nada se dice de las “puteras” (haberlas haylas), pero entendemos que por una elemental cuestión de igualdad de género la medida afectará por igual a machos, hembras o cualquiera de las numerosas opciones sexuales que figuran en el amplísimo catálogo de los afectos y apetitos humanos. Imaginamos, también, que la expulsión afectará por igual a los clientes de la prostitución en todas sus modalidades: callejera, hotelera, de güisquería, esporádica, encubierta... Y, por su puesto, a la ofrecida en esos locales que eufemísticamente se llaman saunas, de los que tanto se ha escrito recientemente.

Para intentar limpiar la gran mancha que ha dejado en la bandera socialista la afición al sexo mercenario de Ábalos y Koldo, el PSOE se abona también al llamado abolicionismo, movimiento que pretende prohibir la prostitución a golpe de decreto ley. Da igual que la historia nos enseñe que las numerosas veces que se ha intentado prohibir la prostitución el ridículo haya sido clamoroso. Que se lo pregunten si no a los jesuitas que se ponían en las puertas de la antigua mancebía de Sevilla, el Compás de la Laguna, para darle con el crucifijo en la cabeza a los que se adentraban en aquel territorio de perdición en el que el Cabildo Catedralicio sí tenía intereses económicos (el clero seglar siempre fue más relajado en estas cuestiones que el regular). La posición ante el problema de la extrema izquierda de Podemos siempre ha sido más realista y conocedora de la naturaleza humana: ya que nunca podremos acabar con la prostitución, al menos encarguémonos de que se realice con las máximas garantías de libertad e higiene para quienes la ejercen. Algo así como más sindicalismo y menos prohibicionismo.

La prostitución es un negocio vil y sucio, no hay quien lo dude, pero sus clientes no siempre son esos desalmados que se nos pintan. Hay muchos motivos para recurrir a ella: soledad, complejo, represión, incapacidad de relacionarse... Nada de eso le preocupa a un PSOE que va camino de convertirse en el Ejército Rojo de Salvación. Sobre todo, no lo duden, todo este abolicionismo no es más que una nube de tinta para tapar lo evidente: dos secretarios de organización socialista, íntimos colaboradores de Sánchez, obtuvieron, mediante mordidas, millonarias sumas para enriquecerse. Veremos si también para algo más.

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