Viva Franco (Battiato)
Javier González-Cotta
Osborne, el articulista quieto
El escepticismo en un periodista es como las gotas de angostura en algunos cócteles. No deben ser demasiadas, porque amargarían el pelotazo, pero siempre tienen que estar presentes. Los entusiasmos infantiles son propios de los activistas, no de los plumillas viejos. Me recuerdo esta premisa cuando leo que el ministro Urtasun y la consejera Del Pozo han vuelto a anunciar la ampliación del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Es, evidentemente, una buena noticia, pero me resulta imposible no recordarme hace casi dos décadas en la gran sala de los murillos del Convento de la Merced, cuando la entonces ministra de Cultura Carmen Calvo (eran los tiempos de ZP) nos anunció a los allí presentes, con todo tipo de fanfarrias y chirimías, que por fin se iba a acometer la ampliación de la pinacoteca en el cercano Palacio de Monsalves. Desde entonces, el incumplimiento de este compromiso por parte del Gobierno central (que lo ninguneaba año tras año cuando aún cumplía con su obligación constitucional de presentar Presupuestos Generales del Estado) ha sido una constante, lo cual nos hacía incluir al Museo en esas listas que, periódicamente, elaboran los medios de comunicación independientes sobre los agravios del Ejecutivo central a Sevilla.
Ahora, sin embargo, parece que la cosa va en serio, como la vida para el Gil de Biedma maduro. Según Urtasun, aunque no tenemos PGE sí existe un truco del almendruco en forma de crédito por el que se puede acometer dicha ampliación. Albricias, pues. Por una vez suprimiremos las gotas de angostura por las de almíbar. Seremos optimistas. Estamos ante una gran noticia, porque pone de acuerdo al Gobierno y la Junta en unos momentos en el que el ambiente político español no es el mejor, pero sobre todo porque dotará al Bellas Artes de un palacio en el que podrá lucir en todo su potencial la muchas veces ninguneada pintura decimonónica sevillana, acogotada entre la alta época de los grandes maestros barrocos y el arte contemporáneo, niña mimada de los años tempranos de la democracia.
El que no queda bien parado es el alcalde Sanz, empeñado de forma contumaz en esa extravagancia de la ampliación en la Fábrica de Tabacos, lo que ha dejado malherida su relación con la Universidad de Sevilla y su credibilidad ante los expertos en museología. Eso pasa por hacer caso a los delirios de los que no tienen ni idea.
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