EDITORIAL
Policía Local de Sevilla: un conflicto enquistado
Esta semana se han cumplido dos años de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno tras las largas y complicadas negociaciones que siguieron a las elecciones de julio de 2023, en las que el ganador de los comicios, el Partido Popular, fue incapaz de armar la mayoría necesaria para que Alberto Núñez Feijóo llegara a la Presidencia del Gobierno. Desde un punto de vista institucional, Sánchez consiguió los votos necesarios para seguir en la Moncloa con los métodos propios del parlamentarismo y su legitimidad carece de toda duda. Desde un punto de vista político, la cosa es diferente: la Presidencia la obtuvo con cesiones tan graves como la amnistía o la ruptura de la cohesión territorial, lo que colocó al conjunto del sistema democrático en una situación de tensión extrema. Dos años después de aquella investidura, la mayoría que, mal que bien, ha mantenido a Sánchez durante este tiempo ha saltado por los aires tras la defección del partido de Carles Puigdemont. Sin Presupuestos ni posibilidades de tenerlos, con una agenda legislativa limitada por la falta de apoyos y con un ruido político ensordecedor, el panorama que presenta no puede ser más desolador. La legislatura, que teóricamente está poco más allá de su mitad, presenta una imagen de desgaste profundo en la que parece que lo único que falta por saber es cuándo el presidente decidirá poner fin a la agonía del Ejecutivo mediante la publicación del decreto de convocatoria electoral. A este clima contribuyen los diversos frentes judiciales que tienen abiertos el Gobierno y el PSOE y sólo la buena marcha de las grandes cifras económicas dan algo de aliento en medio de una situación enormemente deteriorada. Sánchez a estas alturas no tiene otro proyecto político que resistir, en la confianza de que el tiempo le aclare el horizonte. Pero el clima político necesita ventilarse y para ello no hay nada mejor que dar la voz a los ciudadanos. Cuanto más se tarde, mayor será el daño.
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