La tribuna

Trump: bombardeos, narcos y Venezuela

Trump: bombardeos, narcos y Venezuela
Rosell
Francisco Reyero
- Periodista

El Roto presenta, en una de sus certeras viñetas, a un tribunal aterrador y esta frase, “para acelerar la sentencia hemos eliminado las pruebas”. Trump se comunica con su jefa de gabinete, Susie Wiles, a la que llama La Doncella de Hielo, mediante dibujos, en un proceso de decisión que, según él, le hace ir más rápido: su dote de talentos no conoce ni el límite linguístico. Resulta insospechable que el presidente de Estados Unidos se haya topado con tal genialidad del viñetista español aunque ésta idea –“Para acelerar la sentencia hemos eliminado las pruebas”– ayuda a explicar su estrategia justiciera en la que ha denominado, con sonido de tambor marcial, Operación Lanza del Sur.

Desde septiembre la Administración Trump bombardea aquí y allá en el Caribe y en el Pacífico sin presentar datos fehacientes ni del número de embarcaciones que derriba ni de muertos que procura. La actual Casa Blanca impone realidades alternativas, ficciones que arraigan con fuerza entre los partidarios del Make America Great Again. Y así ha presentado estos bombardeos como parte de una guerra aunque no hay ningún estado del narco con el que Washington mantenga un conflicto bélico. No importa, Trump igualmente describe a los presuntos traficantes como “terroristas” al servicio de un ente unitario. Y el Memorandum del Departamento de Justicia que legaliza los bombardeos contra estas embarcaciones se basa en afirmaciones del propio presidente: él crea la cobertura legal con su propia impresión de la realidad, intuye aunque no prueba que las embarcaciones que proceden de Colombia o Venezuela trafican con drogas y sus palabras, conforme van saliendo de su boca, se hacen decreto. Paralelamente, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, entre cuyos méritos para el cargo figura haber sido tertuliano trumpista en la cadena Fox, ha ido resideñando la cadena de mando militar para que las órdenes ejecutivas de la Casa Blanca no puedan ser ya matizadas sino, ni siquiera, analizadas. La atmósfera represiva de la época también está en el Ejército.

Algunas fuentes no oficiales señalan que la armada habría bombardeado y hundido “unas 20 embarcaciones” en los últimos tres meses. Escribimos con esta imprecisión porque ayuda a exhibir el desprecio de Trump a la democracia, de tal modo que “unas 20 embarcaciones” liquidadas llevan aparejadas “unas 80 bajas del narcoterrorismo”. Quizá más o quizá menos.

Además, da por hecho que los presuntos traficantes que liquida están relacionados con el régimen de Maduro, “jefe de cárteles de la droga”. Y así, tras desplegar un contingente militar que incluye el Gerald Ford, su portaviones mejor equipado, en aguas del Caribe, algunas cabeceras estadounidenses publican que Trump ya ha dado luz verde a la CIA para llevar a cabo acciones en suelo venezolano, aunque igualmente se difunde que Maduro estaría dispuesto a negociar su salida. “Estoy a punto de despejar mi cabeza, pero todavía no puedo decir qué voy a hacer”, ha dicho Trump con el descaro marca de la casa. La posibilidad de que la administración republicana ordene una intervención terrestre para desalojar al dictador de Caracas es vista como una prueba de la eficacia de Trump que se complementa con los anuncios de intervenciones en Colombia y México para luchar contra el tráfico de drogas, cuando ambos países se han opuesto al intervencionismo trumpista. Un reciente reportaje de The New York Times incluye el testimonio de Katherine Hernández, la expareja de un pescador colombiano, Alejandro Carranza, cuya embarcación fue bombardeada a mediados del mes de septiembre con otros dos tripulantes a bordo.

Según su testimonio, este pescador nada tenía que ver con Venezuela ya que siempre vivió en Colombia y se pregunta, “si él era un narcoterrorista, ¿por qué entonces vivimos en la miseria y no en una mansión?”. Esa duda quedará en el aire porque Trump ofrece hechos pero pisoteando los procedimientos.

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