LA TRIBUNA

Desigualdad y violencia de género

  • La autora analiza los múltiples factores que inciden en los casos de violencia de género y apuesta no sólo por medidas legales, sino también por un necesario cambio cultural

Desigualdad y violencia de género

Desigualdad y violencia de género

El 25 de noviembre fue el día internacional contra la violencia de género. Y mientras escribo estas líneas me llegan noticias terribles sobre recientes asesinatos de mujeres, una de ellas hace referencia al asesinato de una mujer de 25 años y de su hija de cinco, otra recoge el asesinato de una mujer delante de sus dos hijos pequeños. En uno de los casos existían denuncias previas de malos tratos y la mujer asesinada había estado incluida en el sistema VioGen. Así podríamos seguir describiendo los casos de las más de 50 mujeres asesinadas durante este año. 

En estas fechas es cuando más se intenta visibilizar esta lacra, y cada vez más diferentes entidades organizan numerosas actividades para protestar y reivindicar más medidas. Pero año tras año volvemos a repetir las mismas iniciativas, con ligeras variaciones, porque siguen siendo necesarias. No tenemos nada más que fijarnos en las altas cifras de mujeres asesinadas y las denuncias por maltrato, que también en estos días se publican en todos los medios.  

Y la pandemia del COVID ha agravado esta situación. Según el Eurobarometro publicado en 2022, el 77 % de las mujeres de la Unión Europea considera que la pandemia de COVID-19 ha intensificado la violencia física y emocional contra las mujeres, siendo en España este porcentaje de un 75%. 

Como sociedad tendríamos que reflexionar qué más se puede hacer para evitar más asesinatos de mujeres y de sus hijos e hijas y si lo que se hace está dando los resultados esperados. Desde luego lo que no ayuda es la disminución o la eliminación del presupuesto destinado a la lucha contra la violencia de género o a políticas de igualdad, tal y como se demanda por parte de determinados partidos políticos, que cuando han llegado a gobernar en alguna comunidad autónoma o ayuntamiento una de sus primeras medidas ha sido eliminar recursos destinados a la violencia de género. Esto es especialmente grave si se tiene en cuenta que la incidencia de cualquier medida no suele ser inmediata, sino que su impacto se produce a largo plazo, especialmente cuando tienen como objetivo conseguir cambios sociales importantes para lo que son necesarios muchos años, a veces generaciones.  

En lo que sí hay consenso es en que la violencia de género es consecuencia y hunde sus raíces en la desigualdad existente en la sociedad. Recuerda Naciones Unidas que “la violencia contra las mujeres no es el resultado de actos aleatorios e individuales de mala conducta, sino que está profundamente arraigada en las relaciones estructurales de desigualdad entre mujeres y hombres. En este sentido, promover la igualdad de género es un objetivo fundamental para disminuir la violencia contra las mujeres”. 

Y no hay que dejarse obnubilar por el espejismo de la igualdad pensando que esta es una realidad. La desigualdad está presente en todos los ámbitos de la sociedad: en el laboral, en el familiar, en la política, en la economía, en la cultura,... y están cuantificadas las brechas de género existentes. Por ejemplo, hay una gran desigualdad salarial entre hombres y mujeres, estas ganan de media un 20 % menos que los hombres. En los consejos de administración de las grandes empresas apenas hay representación femenina y las mujeres solo ocupan entre el 12 y el 18% de los puestos directivos. En la política, a pesar de que ha aumentado la presencia de mujeres gracias a las iniciativas legislativas, todavía no hemos tenido ninguna mujer presidenta de España, tampoco en muchos países de nuestro entorno. 

El ámbito doméstico todavía sigue siendo responsabilidad de las mujeres. Ellas dedican el doble de tiempo que los hombres a actividades no remuneradas, porque si bien las mujeres se han ido incorporando al ámbito laboral, los hombres no se han corresponsabilizado en la misma medida de las tareas domésticas. De hecho, el 87% de las excedencias para el cuidado de hijos e hijas lo solicitan las mujeres y solo el 4% de los hombres piden una reducción de jornada o eligen un trabajo a tiempo parcial. Y lo más grave es que, según un Eurobarometro publicado en 2017, el 44% de los europeos piensa que las mujeres tienen que estar en su casa ocupándose de las tareas domésticas y que el papel más importante de los hombres es ganar dinero y llevar un sueldo a casa. 

En 2022 otro Eurobarometro destacaba un dato importante, cuatro de cada diez mujeres afirmaban que con la pandemia del COVID habían disminuido sus ingresos, sus posibilidades de conciliar y el tiempo que dedican al trabajo remunerado. 

Precisamente la creación de un sistema público de cuidados es una de las reivindicaciones de la huelga general feminista que se ha convocado en el País Vasco el día 29 de noviembre, en la que además se incide en la defensa de los derechos de las mujeres que trabajan y cuidan, de manera remunerada o no.  

En el ámbito de las carreras denominadas STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), que son las que tienen mayores salidas laborales y donde los trabajos están mejor remunerados, hay una escasa presencia femenina. Un dato significativo es que en el ámbito de la inteligencia artificial solo el 22% son mujeres. 

En definitiva, el techo de cristal sigue siendo una realidad, a pesar de que en las universidades hay más mujeres que hombres, ellas se gradúan en mayor número y tienen mejores notas. Pero ellos tendrán un mejor sueldo, llegarán más alto en el mundo laboral y tendrán mejores y mayores oportunidades que las mujeres, y no tendrán que elegir entre tener hijos e hijas o trabajar o desempeñar cargos de responsabilidad. Tampoco a ellos en las entrevistas de trabajo les preguntarán si piensan tener hijos e hijas. 

Esto solo demuestra que existe una violencia estructural en la sociedad que condena a las mujeres a tener menos oportunidades, a vivir con peores condiciones, a ocupar una posición inferior, a ser más pobres, a recibir peores salarios,... Y refuerza la idea de que mientras no se mejore la posición de las mujeres en la sociedad será muy difícil erradicar la violencia de género. Porque al fin y al cabo la violencia que sufren las mujeres es una manifestación más de una desigualdad que discrimina a las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad. 

Y no solo son necesarias medidas legales, también es imprescindible un cambio cultural que evite la normalización de la violencia contra las mujeres, el machismo y la desigualdad.  

¿Cuántos años tendrán que pasar para conseguir una igualdad real y la eliminación de la violencia de género? Al ritmo que se producen los avances serán muchos, esperemos que la siguiente generación, la de nuestros hijos e hijas, puedan vivirlo. 

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