El barrio de Jaén que parece la Alpujarra de Granada a un tiro de piedra del centro

Sus calles empinadas, llenas de escalinatas y casas blancas, recuerdan a otros puntos de Andalucía

Día del guía de turismo: estas son las rutas turísticas que puedes hacer en Jaén

Escalinata de la calle Alegría en el barrio de San Juan. / Paz Madrid

Hay sitios que, por desconocidos pero impresionantes, merecen la pena visitar en la ciudad de Jaén. Es el caso del entorno de la calle Alegría. En estas empinadas vías de la parte alta del barrio de San Juan de Jaén las casas encaladas refulgen bajo el sol andaluz. Lejos de las rutas turísticas y a la vez tan cerca, esta calle ofrece una estampa andaluza que a primera vista puede confundirse con la Alpujarra o el Albaicín granadino. Pero que no te lleve a engaños, porque estás a un tiro de piedra del casco histórico de Jaén.

Grupo de turistas durante una visita guiada al barrio de San Juan. / Paz Madrid

Dada su escasa accesibilidad, los vecinos de este humilde barrio no están acostumbrados a más visitas que las de algunas rutas guiadas por la antigua judería jiennense que hacen aquí parada para disfrutar de estas intrincadas calles y del paisaje del mar de olivos y el resto de la ciudad que desde allí se divisa. Aunque cierto es que hay que coger resuello para subir las decenas de escalones que distan del principio al final de esta calle, merece la pena por las vistas.

Qué ver en San Juan

Si sigues desde calle Alegría hacia arriba, rumbo al Castillo de Santa Catalina, la ruta te llevará de forma natural hasta la carretera de la Circunvalación, donde hay una parada obligada en el famoso mirador de la calle Duque. Allí verás a curiosos y turistas hacer un alto en el camino para sacar la fotografía más icónica de la Catedral de Jaén y la ciudad. Y si vas solo o te apetece hacer una foto en grupo, lo tienes fácil gracias a la instalación de una columna donde puedes dejar tu móvil para hacer el selfie más peculiar de la ciudad (una herramienta para fotos que también encontrarás en al principio de la calle Bernabé Soriano y en la Plaza de Santa María, todas ellas con el templo jiennense como fondo).

Iglesia de San Juan

Otra de las visitas recomendadas en este barrio del casco histórico es a la propia Iglesia de San Juan, en la plaza del mismo nombre, que funciona como entrada al mítico barrio, uno de los más antiguos de Jaén. Pese a los cambios urbanísticos, San Juan mantiene su carácter singular, con un 20% de viviendas tradicionales.

Allí verás la famosa Iglesia de San Juan, una de las más antiguas de la ciudad. Construida en el siglo XIV sobre una antigua mezquita, conserva elementos islámicos como el alminar visible en la cercana calle Martínez Molina, eje vertebrador que conecta el barrio de San Juan con el de la Magdalena, y que te lleva de la Catedral de Jaén a los Baños Árabes en un paseo de apenas diez minutos.

Durante las últimas centurias, el templo ha sufrido diversas transformaciones arquitectónicas, perdiendo gran parte de su estructura gótica original tras los derrumbes del siglo XVIII y reformas del siglo XX. En su interior se conservan varias joyas del arte sacro, como el conjunto escultórico de Sebastián de Solís. Además, como dato curioso, durante la Guerra Civil, sus criptas sirvieron como refugios antiaéreos.

Junto a la iglesia se encuentra la Torre del Concejo, que albergó el reloj oficial de la ciudad y cuya campana del siglo XVI marcaba acontecimientos importantes. No en vano, es el nombre que adoptó la propia asociación de vecinos para dar lustre a esta estructura singular que marcó el devenir de la ciudad durante mucho tiempo.

Una plaza en honor al legado judío con leyenda propia

Siguiendo hacia abajo darás con la Plaza de los Huérfanos, donde una menorá recuerda el pasado judío de este barrio icónico del centro de Jaén. En relación con la difusión de esta cultura ancestral existe una leyenda que cuenta cómo un maleficio dio forma al dicho popular que reza que “la avaricia rompe el saco”.

Según la tradición, un grupo de pastores que atravesaba Jaén solicitó cobijo para pasar la noche en una vivienda situada entre la plaza y la calle homónima. La dueña de la casa, aceptando la oferta de pago de los viajeros, les permitió alojarse en el sótano. Sin embargo, durante la madrugada, la hija de la familia despertó al oír susurros provenientes del subsuelo. Intrigada, se acercó en silencio y contempló una escena desconcertante: los pastores, reunidos en círculo en torno a una vela encendida, pronunciaban frases en un idioma desconocido. Ante sus ojos, una de las paredes del sótano se deslizó, revelando una cueva rebosante de tesoros.

Fascinada por lo ocurrido, la joven memorizó las palabras utilizadas en el ritual y, al día siguiente, convenció a su madre para repetirlo juntas. Al hacerlo, el muro volvió a abrirse, permitiéndoles acceder a la cámara secreta repleta de riquezas. Sin embargo, un fatal descuido cambió el curso de su destino: la vela se apagó antes de que la joven pudiera salir, quedando atrapada tras la pared sellada. La madre, desesperada, intentó socorrerla, pero el acceso al tesoro se cerró para siempre.

Con el tiempo, se especuló sobre la identidad de aquellos pastores. Algunos sostienen que eran judíos que regresaban para recuperar bienes ocultos antes de su expulsión. Otros afirman que se trataba de magos conocedores de secretos ancestrales y reliquias de un valor sagrado, custodiadas en las entrañas de la ciudad. El relato evoca inevitablemente el cuento de ‘Las mil y una noches’ sobre Alí Babá y los cuarenta ladrones, donde el acceso a un tesoro depende de palabras mágicas y de la prudencia de quien las pronuncia.

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