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El Castillo de Santa Catalina es, junto con los Baños Árabes y la Catedral de la Asunción, uno de los tres monumentos indispensables en tu visita a Jaén. La fortaleza, en el cerro del mismo nombre, ofrece una visita pausada para conocer la historia de la ciudad y disfrutar de las vistas más impresionantes no solo de la capital, sino también de parte de la provincia jiennense.
La experiencia de conocer el pasado que encierran sus gruesos muros es apta incluso para toda la familia. Tal y como indica Miguel Charneco en las reseñas de Google, el Castillo de Jaén es “perfecto para ir con niños, ya que la visita no es muy larga y no se aburrieron”, además, añade que “la chica de la entrada, muy amablemente, explicó a los niños qué podrían ver durante la visita”, por lo que los más pequeños disfrutarán tanto como los mayores de un día en lo más alto de Jaén.
Otra de las reseñas, la de Isidro Turienzo Río, apunta que “se puede subir andando”, abriendo así la posibilidad de llegar a pie a la fortaleza. Aunque hay líneas de autobús que la conectan con el casco urbano, además de aparcamientos en la zona para quienes prefieran ir en coche, existe una ruta sencilla, excepto en algunos tramos más empinados, para ir a pie.
Una vez allí y antes o después de la visita, hay dos paradas muy cercanas que recomiendan los turistas. La primera de ellas lleva a la Cruz del Castillo: “Caminado por fuera del Castillo se llega a una cruz colocada en el extremo de la cornisa desde donde se ve la catedral y el resto de la ciudad. Imperdible”, comenta Carlos. Se refiere a la cruz que fue erigida en 1567, durante el reinado de Felipe II.
La segunda visita obligada en los alrededores del Castillo de Santa Catalina es la del Parador de Jaén. Algo que hizo R. Alvani y que recomienda encarecidamente en su reseña particular: “Pegado al castillo está el Parador de Jaén, al que recomiendo entrar a tomar algo para poder admirar sus preciosos salones”.
Este edificio, además de ser un hotel de alta gama, cuenta con arquitectura de inspiración histórica y fue visitado por Charles de Gaulle en 1970, además de encerrar alguna que otra leyenda que ha llegado a inspirar programas del mismísimo Iker Jiménez.
El Castillo de Santa Catalina domina Jaén desde su cerro, símbolo defensivo de la ciudad durante más de mil años. Aunque el lugar tuvo ocupación íbera y romana, fue en época islámica cuando se configuró como una fortaleza clave, con el castillo de Abrehuí y el Alcázar Viejo sobre la ciudad de Ŷayyān. En 1246 pasó a manos cristianas tras la entrega pactada a Fernando III, momento en que se reforzó y se levantó el Alcázar Nuevo, con seis torres y adarves, cuya estructura es la que se conserva en la actualidad.
El Castillo de Santa Catalina cuenta con horarios diferenciados según temporada: en invierno (16 de septiembre a 15 de junio) abre de lunes a sábado de 10:00 a 18:00 y los domingos hasta las 15:00; en verano (16 de junio a 15 de septiembre) lo hace de lunes a sábado de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00, y los domingos hasta las 15:00. El último acceso es siempre 30 minutos antes del cierre y la visita completa requiere alrededor de una hora.
La entrada general cuesta 3,50 euros, con tarifas reducidas para grupos, mayores, estudiantes, familias numerosas y personas con discapacidad. Además, la visita es gratuita los miércoles por la tarde, en horario distinto según temporada, conforme a la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz.
El cerro es también escenario de leyendas, como la aparición de Santa Catalina o la historia de la gran cruz que corona la cima, uno de los mejores miradores de Jaén. El castillo puede visitarse y ofrece acceso gratuito los miércoles. Desde sus murallas, la vista del mar de olivos es inolvidable.
Para Josh K, se trata de “una de las fortalezas más bonitas y con mejores vistas de la Ruta de los Castillos y las Batallas de la provincia jiennense”, mientras que la experiencia de Mazinger J no deja lugar a dudas: “Me ha encantado recorrer sus rincones, descubrir sus murallas y sentir esa mezcla de pasado y presente que lo hace tan especial. Es un sitio tranquilo, con mucho encanto, ideal para pasear y dejarse llevar”.
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