Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
“… Son ellos (los jóvenes) los que son las víctimas, son ellos quienes tendrán que pagar la deuda toda su vida. Y hemos logrado hacerles creer que había que aumentarla aún más ¿No lo encuentran genial? Todo eso pasa por el confort de algunos partidos políticos y por el confort de los ‘boomers’, que consideran que, después de todo, todo va muy bien”. Estas palabras, pronunciadas por el primer ministro francés François Bayrou el pasado viernes en una entrevista para la televisión francesa en 'prime time' con respecto a la situación del sistema de pensiones en el país galo, son la verdadera descripción de lo que está pasando a día de hoy en varios países, incluido el nuestro, con una burbuja económica inflada hasta el infinito y que comienza a amenazar con estallar; el sistema público de pensiones.
Sorprende que un político haga un ejercicio de responsabilidad y le hable a sus conciudadanos como adultos y les describa la crudeza de una realidad. Se está hipotecando el bienestar de todos los ciudadanos menores de 50 años del país para tener contentos a los pensionistas actuales. Si bien Bayrou hablaba de la situación de Francia, la realidad es que estas palabras son perfectamente aplicables a lo que pasa en España.
Las pensiones en España se han convertido en el elefante en la habitación de nuestra generación. Cada vez nace menos gente. Cada vez nos incorporamos más tarde al mercado laboral. Cada vez más los sueldos son más precarios, dado que la inflación supera con creces los aumentos decretados por el Gobierno y la carga fiscal al trabajo es tan alta que imposibilita que los empresarios aumenten las retribuciones de forma generalizada. Y en el otro lado de la balanza, una generación, los ‘boomers’ que cada año suma millones de pensionistas, con una –afortunadamente- esperanza de vida muy alta.
Algo que hace que pagar las pensiones a día de hoy, sea inviable vía la fórmula tradicional, esto es la de que los actuales cotizantes paguen la factura de las pensiones con sus aportaciones al sistema. Prueba de ello es la emisión de aproximadamente 63.000 millones de euros que, en forma de deuda, el Estado tendrá que traspasar a la mal llamada ‘hucha de las pensiones’ para pagar las pensiones este año 2025. Y todo ello en un contexto en el que supuestamente, vivimos un escenario de récord de afiliados a la Seguridad Social y pagamos las cotizaciones más altas de la historia.
¿Qué pasará, pues si nos sacude una crisis que se lleve por delante un 10% del empleo en España? ¿Cómo se suplirán las aportaciones de estas personas que tendrán que ser beneficiarias de una prestación por desempleo? ¿Quién y como pagará la factura de las pensiones en este país si perdemos un porcentaje alto de cotizantes si ya uno de cada tres euros que necesita el sistema lo estamos empeñando y cargando la factura a las generaciones futuras? ¿O cómo haremos frente al pago del sistema si fruto de los vaivenes de la geopolítica internacional, el BCE nos sube los tipos de interés a unas cifras que haga impagable nuestra deuda?
Son preguntas que creo que como adultos, merece la pena hacerse. Y mucho más interesante sería intentar encontrar una respuesta adulta al problema. “¡Qué se quiten las pagas vitalicias a los políticos y verás como hay para las pensiones!... ¡Que devuelvan los bancos el rescate y verás como hay para los jubilados! ¡Cerrando ministerios inútiles, este problema se acaba!” Soluciones recurrentes de ‘cuñao’ que quedan muy bien en un tuit o en algo tan español como apoyado con el codo en la barra. Sin embargo, lo cierto es que la magnitud del problema es tal, que la mayoría de la gente no imagina la envergadura de las consecuencias a las que nos enfrentamos.
Para poner en perspectiva el problema, si los bancos devolvieran hasta el último céntimo del Plan de Rescate Bancario que aprobó Zapatero en 2009, los 73.000 millones de euros que destinamos al rescate de las cajas de ahorros, nos permitirían pagar apenas un año de pensiones. Y cerrando dos ministerios completos como el de Igualdad o Vivienda, eliminando pagas vitalicias de políticos y reduciendo a la mitad el sueldo de todos los diputados de las Cortes españoles, con el ahorro apenas se pagarían las pensiones unas semanas. Jamás nos habíamos enfrentado a un problema de tal magnitud en España.
Y el problema es que en lugar de hablarnos como adultos e intentar hacer un pacto de Estado que impida o al menos amortigüe el impacto del estallido del sistema al que nos enfrentamos, desde la clase política se desvía la atención intentando generar un estéril debate generacional entre jóvenes y pensionistas que ni aporta ni soluciona nada. Por supuesto que nuestros pensionistas no son los culpables por haber creído toda su vida que estaban cotizando para pagar su jubilación, engañados por un Estado que había convertido el sistema de pensiones en una estafa piramidal. Pero no se puede olvidar la dura realidad de que la pensión de los actuales abuelos, se está pagando a costa del bienestar futuro de sus hijos y nietos y ello requiere un esfuerzo en términos al menos de comprensión social.
Lejos de eso, los Gobiernos, sabedores que fruto de la baja natalidad cada vez hay más pensionistas que jóvenes en España, les mantiene en esta burbuja artificial, cruzando los dedos para que esta le explote al siguiente, usando al jubilado patrio como mera mercancía electoral. Y tratando de engañar a los jóvenes con cuentos de asusta viejas sobre un cambio hacia un sistema sostenible –que les haría perder el control sobre la gallina de los huevos de oro electoral que son las pensiones- disfrazando el problema en riñas ideológicas. Como si las matemáticas fueran sensibles a las ideas.
Pero el sistema estallará. Y vendrán los recortes duros. Nos dirán que vivimos demasiado. Nos harán como Zapatero en 2011 y nos dirán obligarán a jubilarnos a los 70 años como mínimo. Y los que hoy se hacen cruces cuando se habla de un cambio de sistema, son los mismos que saldrán a la calle a manifestarse en contra de los recortes, sobre todo si al Gobierno que le toca hacerle frente, es un Gobierno de derechas. Porque tengan claro una cosa, si no se hace una reforma radical, el sistema explotará. Gobierne quien gobierno, llegará el punto que la burbuja estalle como estallan todas las burbujas. Les guste o no, la bomba de relojería explotará. La única duda es el tiempo que le queda al reloj en su cuenta regresiva.
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