Una broma pesada

28 de octubre 2025 - 03:09

Sevilla lleva hablando de la ampliación del Museo de Bellas Artes desde hace 25 años. No se ha hecho nada y el planteamiento del Gobierno central, secundado por la Consejería de Cultura de la Junta, es que 2035 sería una fecha razonable, aunque optimista, para pensar que pudiera convertirse en una realidad, aunque no se da ninguna garantía para ello. En agosto de 2021 se iniciaron las obras de ampliación y cambio de los tirantes del puente del Centenario, auténtico punto negro de los atascos diarios que sufre la ciudad, un puente que se construyó en 1992 que ha sido un cuello de botella en el tráfico de Sevilla. La fecha que se dio para la finalización de la obra fue 2023. Casi tres años después no hay indicio de que la conclusión esté próxima, sino todo lo contrario y ya se especula con que no estará antes del final de la década. La SE-40, la segunda ronda de circunvalación lleva casi 20 años empantanada y avanza a paso de tortuga: está proyectada con una extensión de 77 kilómetros y todavía ni hay ni 40 en servicio, eso sin contar con el fiasco del túnel que debía salvar el Guadalquivir y que no se hará nunca. Se podrían seguir añadiendo elementos a esta lista: la conexión de la ciudad con el Aeropuerto, las décadas que va a tardar Sevilla en tener la red de Metro que requeriría una aglomeración urbana de un millón y medio de personas o la mejora de unas conexiones ferroviarias cada día más deterioradas y que prestan peor servicio.

Parece que desde hace más de 30 años alguien le está gastando una broma pesada a Sevilla. Una ciudad, más cuando es una de la más importantes de España y capital de su comunidad autónoma más poblada, debe tener infraestructuras que la conviertan en un polo de atracción de inversiones y de desarrollo. Aquí se ha olvidado esa regla básica por varias razones. En primer lugar, por la desidia enorme de la Administración central que ha preferido, desde la lejana Expo del 92, mirar para otro lado y establecer otras prioridades. En segundo lugar, por la incompetencia de la Junta para crear una red potente de infraestructuras, al margen de la manifiestamente mejorable A-92, que vertebraran el territorio en torno a la capital. Y en tercero, porque Sevilla ha tenido desde hace muchos años ayuntamientos de escaso nivel político y poco o nada reivindicativos y que, además, no han sabido pasar de las palabras a los hechos.

Pero por encima de todas estas circunstancias, y sobrevolándolas, está el propio comportamiento de la sociedad sevillana, que ha seguido anclada en vicios del pasado y que hace mucho tiempo que no apuesta por su futuro. Con otro modelo de comportamiento social seguramente no habríamos tenido los ayuntamientos mediocres ni la ineficacia autonómica y el Gobierno central no se habría podido permitir el lujo de su pasotismo. Mientras eso no cambie no cambiará todo los demás por mucho que, de vez en cuando, se alcen quejas y lamentos. Sí, definitivamente, se le está gastando una broma pesada a Sevilla. La pregunta es si se la está gastando ella misma.

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