
En tránsito
Eduardo Jordá
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Circula por la red un vídeo reciente de la siempre bella y elocuente Cayetana Álvarez de Toledo, en la que nos propone, a cambio de la salvación de la democracia y la libertad, nada menos, un paquete de sacrificios y renuncias que, bien mirado, parecen poca cosa al lado de tan preciados bienes: el bienestar, las vacaciones, los festivos… Cayetana no duda en coronar la serie de ofrendas en los sagrados altares liberales con la vida, pero esta me ha sonado más a la retórica acostumbrada desde Homero. No así las otras, no. Cuando una política tan experimentada y musa del liberalismo patrio nos dice que hay que estar dispuestos a perder el bienestar y el merecido descanso tras el agotamiento cotidiano, es porque está proponiendo exactamente eso. Naturalmente, sin incremento alguno en los sueldos, pues de lo que al parecer se trata es de sufragar con corveas serviles el esfuerzo de guerra que las élites europeas han decidido necesario. Tengo la impresión de que el PP de Cayetana y Feijóo ha resuelto perder –o volver a ganar para nada– las futuras elecciones y ya no sabe qué intentar para conseguirlo. Discursos así pueden ayudarle mucho.
Casualmente, casi al mismo tiempo se ha hecho pública la ominosa estadística que confirma lo que tantos intuíamos: en los últimos treinta años los salarios reales en España sólo han crecido un 2,76%, el cuarto peor dato de los 38 países de la OCDE, y once veces menos que la media en esa organización. Es más, desde hace quince años hay una verdadera caída del poder adquisitivo que se acentúa entre las clases medias y bajas, ya que los salarios altos han podido seguir su marcha ascendente, aumentando de paso la brecha social.
Es increíble, en democracia, el foso que se va abriendo entre el mundo de los políticos al uso y la realidad que alimenta el malestar de los ciudadanos. A la innegable precarización de los salarios y del mundo laboral, más la degradación de los servicios, desde las carreteras y los trenes a la atención sanitaria y los suministros básicos, se añade la insufrible carga fiscal y el impacto migratorio en pueblos y barriadas. Señalar esto y situarse frente a los sacerdotes y vestales liberales y socialistas es lo que llaman populismo. Bienvenido sea.
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