El centro, territorio sitiado

04 de noviembre 2025 - 03:09

Los cada vez más escasos habitantes del centro de Sevilla, entre los que se encuentra el firmante desde hace unas cuantas décadas, le están empezando a coger algo más que aversión a dos fenómenos que, en principio, deberían de suscitar un apoyo muy mayoritario porque hablan muy bien de la ciudad, de sus tradiciones más queridas e importantes y de los estilos de vida que se han impuesto en todas las grandes urbes del mundo. Me refiero a las salidas extraordinarias de las cofradías y a las carreras populares. Nada habría que oponer a las unas y las otras salvo su atosigante frecuencia que hace que los fines de semana, a estas alturas casi sin excepción, las calles sean tomadas, el tráfico quede anulado y los vecinos vean limitadas su movilidad. No creo que en Sevilla haya ninguna institución social con la fuerza y la trascendencia de su Semana Santa. Cualquier sevillano sabe que de Viernes de Dolores a Domingo de Resurrección la ciudad se para para expresar en la calle una religiosidad popular que es única. Sabe también que hay determinadas circunstancias y conmemoraciones que justifican las salidas extraordinarias. Pero eso es una cosa y otra que no haya una semana sin una imagen en la calle con su correspondiente cortejo y banda. El otro día se publicaba que el arzobispo Saiz Meneses ha cuadruplicado las procesiones extraordinarias autorizadas por Asenjo y que en solo cuatro años el actual prelado ha aprobado 23 salidas más que su predecesor en once, y eso que don Juan José, en sus últimos años de pontificado, le cogió gusto a esas autorizaciones. Convendría que en el Palacio Arzobispal se produjera una profunda reflexión sobre si se ha roto el sentido de la medida que siempre Sevilla tuvo como seña de identidad.

Con las carreras populares de los domingos pasa algo parecido. Sevilla ha logrado impulsar su maratón hasta convertirlo en uno de los principales de Europa. Es una buena noticia y su éxito justifica sobradamente que una vez al año la ciudad se pare para que pasen los corredores. Pero el exceso cansa y ahora no hay domingo sin calles cortadas a coches y peatones y desvíos de tráfico inverosímiles porque cientos o miles de personas se llevan horas haciendo kilómetros, siempre, por el centro de la ciudad.

El resultado de todo ello es que el habitante del Casco Histórico vive cada vez más con la sensación de estar en territorio sitiado. Cada día convive con una marea turística que tiene características de plaga invasiva y que logrado que en las zonas de mayor valor monumental sea casi imposible cruzarse con un sevillano que no sea camarero o repartidor. A esa ocupación permanente, los fines de semana se suman las salidas extraordinarias, sus largos cortejos y sus atronadoras bandas y las carreras que desde bien temprano por la mañana hasta entrado el mediodía ocupan calles y plazas. Cuando hace ya unos cuantos años se empezó a hablarse de la progresiva conversión del centro en un parque temático, no se sabía hasta qué punto íbamos a llegar. Ni cómo ello iba a contribuir a que la zona más simbólica de la ciudad se fuera quedando progresivamente despoblada de sus vecinos de toda la vida.

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