NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Cuando un error puede costar vidas no es un simple fallo administrativo.
Acaba de conmemorarse el Día Mundial del Cáncer de Mama este domingo, con el foco puesto en el fallo del programa de cribado de cáncer de mama del SAS. Unas 2.000 mujeres no fueron avisadas tras su mamografía de control de tener “lesiones posiblemente benignas” para realizarse una segunda prueba, aseguraron desde la Junta. Dicho así, el eufemismo tendría hasta gracia si no fuera porque no es para reírse. Ni mucho menos.
La consejera de Salud, Rocío Hernández, ya ha dimitido, señal de que el asunto es grave. Parece que las consecuencias políticas van a frenarse ahí, aunque resulta muy sospechoso que nadie haya dicho aún con claridad dónde estuvo el fallo. Para solucionar cualquier error lo primero es detectar el origen del problema. Más allá de la innegable falta de recursos humanos y materiales en el sistema público de salud, que también. (Véase mi artículo anterior, para más señas).
Hay negligencias y negligencias. En esta, en concreto, no se puede escatimar en medios, porque los errores son irreversibles.
Con todo, yo solo puedo defender un programa que a mí me salvó la vida. Literalmente. Conmigo sí que funcionó. Tan precoz que ni el propio oncólogo lo habría detectado de no ser por las pruebas, que no daban lugar a error. Ni un síntoma, ni una sospecha, nada de nada. Solo las pruebas de protocolo de ese programa del SAS, ahora en tela de juicio, dieron la cara por una enfermedad perfectamente oculta. Creo que se alinearon los astros, porque tampoco pudo ser casualidad que mi doctor se llamase Benigno de nombre de pila.
En esa época, en pleno tratamiento, me acerqué a una asociación jiennense que ya conocía de mi etapa como periodista y que estos días está sirviendo de apoyo a muchas mujeres, “Ajicam”. Valen su peso en oro. Valga la manida expresión. Mejor que no tuvieran que estar ahí, pero están. Y hacen una labor impresionante de acompañamiento, orientación, consuelo, respaldo… de todo eso que pueden regalarte solo quienes han pasado por lo mismo que tú. Pocos ejemplos de generosidad tan grandes he visto como el de ellas.
Ahora que lo pienso, en un par de meses se cumplirán diez años de un diagnóstico precoz que, seguro, es responsable de que hoy pueda escribir esto. Y vivir.
Nada más que añadir.
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