Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Otra vez
EN LINEA
El deporte aún mantiene el sueño del triunfo como motor y una igualdad en la contienda que prevalece por encima del negocio y del producto hecho en cadena, manufacturado y vendido en lote. Queda siempre un atajo por el que los humildes tienen la oportunidad de destacar por su valía. De ascender a sus tronos particulares.
Antes, el toreo permitía a los más valientes salir del blanco y negro y llevar el color a sus vidas. Era el triunfo o la enfermería, porque como resume, sobria, la máxima taurina “más cornás da el hambre”. Hoy, sin el tremendismo de otras épocas, el deporte mantiene vivos sueños imposibles y la propia selección natural permite que un selecto grupo cumpla aquellas gestas infantiles.
Las cualidades se abren paso por encima de costosas academias, de carreras planificadas y, así, sin evidencia científica que pueda perpetuar la gracia, crecen tréboles de cuatro hojas. Al resto, siempre nos queda el refugio del graderío para ser partícipes del espectáculo y mantener vivo aquel patrimonio infantil.
En el deporte, no importa el árbol genealógico del gladiador, el barrio de postín o el descampado sin código postal. Lo que vale es tener un don que distingue azarosamente a los elegidos del resto de la tropa.
España no tiene un problema de talento, en el fútbol obviamente tampoco, pero sí lo tiene con el ascensor social que perpetúa el triunfo de los mediocres frente a los elegidos.
Son una casta bien distinguida, se mueven como pez en el agua en ecosistemas mal ventilados de la administración, perpetúan la gracia de un apellido en empresas públicas o privadas, tanto da, y construyen currículums de papel para sus herederos. Ganan oposiciones “contra natura”, ascienden a puestos generosamente remunerados y conviven junto al resto como si fueran nuestros iguales y, sin embargo, son peores.
Convengamos, entonces, en día de final, en asegurar que el único ascensor social que funciona con rigor estadístico es el deporte. Así tenemos una España que se asemeja a nuestra realidad y que queda tan lejos de los hemiciclos. Sin injerencias de partido, los mejores encuentran su posición gracias a un liderazgo tranquilo. No hay regiones históricas a las que contentar ni chantajes que cobrar.
España se juega un resultado frente a Inglaterra, porque ganar nos ha ganado, contra todo pronóstico, jugando como los elegidos. El talento fluye y, además, lo hace con una impagable sonrisa común. Eso molesta sobremanera a quienes planifican la vida con el ceño fruncido. Son fáciles de reconocer porque están usurpando el puesto de otro, lo saben y su impostura los delata.
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