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Muy claro debían tener los siete miembros del Tribunal cuál era la situación de García Ortiz cuando, a pesar del ruido político y periodístico, han llegado tan pronto a una conclusión. Los rumores apuntaban que al inicio de sus deliberaciones la Sala Segunda del TS estaba dividida en 4 votos a favor de la condena frente a 3 de la absolución, y sin embargo la mañana del ayer ya apuntaban que era de 5 a 2 en contra de García Ortiz.
Estos últimos días no había un solo juez o fiscal considerado objetivo, que admitiera dudas sobre el fallo. La culpabilidad aparecía en todas las consultas. García Ortiz ha sido el elemento utilizado por el sanchismo para promover una operación política de máxima envergadura: demoler la imagen de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, a través de su pareja. Están tan seguros de su poder los sanchistas, tan ensoberbecidos de su condición de intocables, que hasta profesionales de la Justicia sin excesiva trayectoria aseguraban que los errores del fiscal general eran incomprensibles.
Caso cerrado para García Ortiz, respiro para Isabel Ayuso y su pareja, buena noticia para un Juan Lobato al que se relevó del liderazgo del PSOE madrileño… y nuevo palo para Pedro Sánchez después del recibido con el último informe de la UCO, que le coloca en una situación imposible. Varios de sus principales colaboradores y amigos se han movido sin interferencias en el mundo de la corrupción, por lo que es fácil deducir que él mismo conocía las fechorías que se cometían, aunque nada prueba que él participase en ellas.
Si embargo, algo tendrá que pasar en ese mundo sanchista de adoración sin límites al líder, lo que solo ocurre en las sectas más extravagantes y peligrosas, como llevamos años apuntando. Han caído amigos de Sánchez, se encuentran bajo sospecha su mujer y su hermano, han caído dirigentes socialistas, sus socios de gobierno y coalición ya no le bailan el agua y algunos le han abandonado; también medios de comunicación incondicionales han empezado a marcar distancias, es muy obvio el juego sucio y cómo se buscan chivos expiatorios mientras el presidente actúa como si no conociera nada. Su actitud ha dejado fuera de juego a su fiscal general del Estado.
Algo tiene que ocurrir. Los ciudadanos españoles no se merecen tanta desidia, tanta vergüenza.
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