Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
CINCUENTA años después, el fantasma de Franco seguía ahí. Y los españoles, encantados de podérselo tirar al otro a la cabeza. Esta curiosa circunstancias demuestra dos cosas: que las pasiones cainitas de los españoles siguen siendo una de las características que atraviesan la médula del país y que ha habido mucho interés en utilizar la historia como arma arrojadiza de la política. Llevamos ya muchos años con ello. Cada vez que un Gobierno en España, central o autonómico, ha legislado sobre lo que han dado en llamar la memoria histórica o la memoria democrática lo han hecho pensando en la política inmediata y desde un punto de vista puramente partidista. Aunque en todas partes cuecen habas, hay que admitir que José Luis Rodríguez Zapatero, primero, y Pedro Sánchez, ahora, han sido los que han manejado con mayor intensidad y efectividad el concepto de memoria para hacer política a favor de sus intereses.
Medio siglo parece ya un plazo razonable para poner las cosas en su sitio. El sitio de Franco, a estas alturas, es la Historia, con mayúsculas. Y la Historia con mayúsculas es una ciencia social en la que personas con una cualificación solvente y acreditada investigan y publican tras escarbar durante años en archivos y, cuando se puede, recabar testimonios de los protagonistas de los hechos. Ejemplos recientes de investigaciones que ayudan a clarificar nuestro pasado más próximo no faltan en España. Pero para fijar lo que debería ser la historiografía científica y no sectaria sobre el franquismo se podría citar la biografía del dictador publicada este año por Julián Casanova o la historia del régimen que publicó en 2024 Nicolás Sesma con el título de Ni una, ni grande, ni libre.
Es hora de dejar paso a los historiadores profesionales y quitar de en medio a tanto aficionado que lo único que busca es exacerbar pasiones y confundir. En los últimos años se ha detectado en redes sociales una especie de reivindicación del franquismo como una época de grandes logros. Que esa postura haya sido asumida por jóvenes a los que se ha negado el conocimiento de qué fue lo que pasó durante ese periodo es un disparate que tiene responsables.
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