Otras luces de Navidad

26 de noviembre 2025 - 03:08

Pasado mañana se encienden las luces de Navidad en la ciudad. Es el heraldo que enciende o abaja el ánimo en el viandante. Cada cual administra sus gozos y pesares. En silencio, año tras año, los mohínos suelen advertir el trasfondo de lo que en verdad se enciende y se apaga. Cuestión de filamentos. Ha de apagarse la luz natural para que se encienda la luz artificial. Y claro, todo mohíno y pesaroso concluye que pasa lo mismo con la inteligencia. Se apaga la natural (si la hubo) para que se encienda la artificial.

Sevilla lucirá con sus 304 calles iluminadas. Pienso en el distrito Este-Alcosa-Torreblanca. Pienso en sus 39 arterias encendidas. A uno le gustaría observarlo todo desde el aire, pero no a vista de dron, sino desde la avioneta de Saint-Exupéry. Cuando volaba de noche y contemplaba la oscuridad sobre la tierra, el autor de El Principito creía ver el milagro de una conciencia en cada lucecilla que se hallaba prendida en una casa. A uno le gustaría ver algo parecido en caso de poder volar siquiera con las alas de los ángeles caídos. En la Avenida se iluminarán 32 árboles con dorados ramajes de fantasía. El truculento de turno dirá que habría que cortarlos a hachazos para vengar el martirio y muerte del ficus de San Jacinto.

Este año la iluminación navideña recupera los motivos cristianos. El relato del pesebre vuelve a estar visible en la forma, pero su maravilloso arcano seguirá oculto pues Dios no tiene ni forma ni figura (Miguel de Molinos, San Juan de la Cruz). Frente al Palacio de San Telmo se colocarán figuras gigantes y doradas con el Niño Jesús, la Virgen María, San José, la mula y el buey. El pequeño rey de los desamparados no necesita de tanto alarde.

Si es por evangelizar, uno colocaría sus propias luces de Navidad en alguna de las 304 calles que ahora se encenderán para contento de locales y visitantes. Yo pondría un ángel alegórico como el de Bruno Ganz en El cielo sobre Berlín de Wim Wenders. Y un rey Baltasar en camello-patera. Y trineos como narcolanchas esparciendo nieve para esnifar. Y un Niño Jesús coronado de espinas. Y fundas amarillas de Glovo como regalos navideños para los hijos del porvenir y de la inmigración. Sería una iluminación de Navidad un poco pasoliniana y nada comprendida. No pasa nada. También cuesta comprender la sencillez del pesebre en su desnuda pureza, a pelo y sin chiribitas de luces.

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