Naturaleza Apagada

07 de noviembre 2025 - 03:09

De abrirse la Constitución para blindar derechos importantes, aprovechemos para meter también dentro de ella el derecho a árbol. Miren que si tampoco éste se blinda, los lumbreras del negacionismo, como esos que exigen al PP decir no al Pacto Verde Europeo en la Valencia desolada por la dana, nos preparan un futuro más negro que su corazón. El nuevo artículo rezaría así: “1. Todos los españoles tienen derecho a disfrutar en igualdad de árboles en su calle, trinos y sombra fresca y vegetal. 2. Compete a los ayuntamientos disponer de ejemplares adecuados en cada vía, mantenerlos y preservar los existentes. 3. No vale dejar morir ni talar –que os conocemos–, por intereses de unos pocos, los de las calles y decir que a cambio se han plantado otros en un parque lejano”.

Esto andaba yo pensando el otro día mientras paseaba por el barrio del Porvenir, que al lado del mío es el Edén, frondoso, silencioso, alegre de pajarillos. Las hojas de los árboles tamizaban la luz por calles alfombradas de sombra. ¡Ay, si fuera así Sevilla entera, Polígono Norte, Torreblanca, la Avenida de Jerez…! Es al contrario: un 75,8% de quienes vivimos en el área metropolitana lo hacemos por debajo del Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada, que es el indicador que mide cómo de verde es una zona. Se nos va en ello no solo la belleza, sino la vida: según la OMS, contar con más arbolado en calles y plazas podría evitar más de un centenar de muertes al año. Da escalofríos contrastar fotos antiguas de las avenidas, paseos, plazas y calles con la foto actual: los árboles ya no están porque patatas. De los que quedan, de cuando en cuando conocemos su caída o apeo por haberse secado (solos) o asfixiado sus raíces (solitas también). Réquiem por las tipuanas de la Concordia.

En estos días ha arrancado una nueva edición de Naturaleza Encendida, una experiencia de esas que llaman inmersivas con descuentos irrechazables que, entre otras cosas, ilumina con leds de colorines los jardines del Real Alcázar. No juzgaré la puesta en escena, de la que no vi más que relampaguzas la otra noche desde la Feria del Libro. Únicamente reflexiono: mal vamos si para que los árboles despierten nuestro asombro necesitamos más luces que la del sol de noviembre cuando prende sus copas; mal vamos si la naturaleza en Sevilla sigue tan mal distribuida y cada vez más apagada en las calles y plazas donde vivimos tanta gente.

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