Crónica personal
Pilar Cernuda
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Hay dos cosas que anuncian en Sevilla las primeras lluvias del otoño: las nubes negras por la cornisa del Aljarafe y la inauguración de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión (la “de viejo”, por hablar el idioma de los mortales). Cuando aparecen las primeras casetas a finales de septiembre en el eje Plaza Nueva-Plaza de San Francisco es señal inequívoca de que hay que desempolvar el paraguas, porque, en estas cuestiones de la pluviometría, la Feria del Libro de Viejo tiene más eficacia que cien rogativas de vírgenes fernandinas. Por ahora, el tiempo está ni fu ni fa, pero ya arreciará. Dios oye a los libreros de lance. Por algo será.
Comienza la Feria del Libro Antiguo en la Plaza de San Francisco con el crespón negro de la reciente muerte de Antonio Rivero Taravillo, pero con el harto consuelo del pregón que dejó escrito, intitulado Breve relación de un libro viejo, que, como es costumbre, ha editado con mimo verjurado la Asociación de Amigos del Libro Antiguo. Un cuadernillo para leer recreándose en la tipografía y el tacto de su papel ahuesado, sin pantallas intermedias; una apasionada declaración de vida y amor al libro que el resto debemos honrar con la obligación moral de la alegría. Si ya está levantado el Real en la Plaza de San Francisco, no hay excusas para el abatimiento. Entreguémonos, pues, al júbilo.
La Feria del Libro de Viejo, como decíamos, es nuestra peculiar danza de la lluvia. A ella vamos con la esperanza de que se llenen los pantanos con los chaparrones de octubre, pero también con la intención siempre renovada de encontrar libros inesperados, volúmenes que acumulan el polvo y las señales de sus diferentes caminos y dueños, con algo de nuestro Lazarillo de Tormes. Es toda una enseñanza vital la del humilde y sabio libro viejo: hoy, intonso, en la biblioteca de un magnate; mañana en la manta de un buhonero, junto a olambrillas, bibelots de húsares y llaves herrumbrosas; pasado en una librería anticuaria de postín, al otro en el mueble bar de una familia instruida... para acabar en nuestras manos provisionalmente, hasta que el hastío, la ruina económica, el préstamo indebido o la muerte lo vuelva a arrojar al incesante y caótico torrente de la Historia Universal o encuentre su final en una hoguera de descampado.
Días del libro antañón en Sevilla; días para apagar las pantallas y buscar el cuerpo a cuerpo con la página, para la cháchara barojiana y eso que llaman ahora economía circular. Sostenibilidad y viejas historias. ¿Qué más se puede pedir?
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