Tesorillos entre libros

29 de octubre 2025 - 03:09

No sólo somos los libros que leemos. Somos también los objetos olvidados que dejamos dentro. Los libros guardan un variopinto ajuar de olvidos que revelan lo que somos o lo que una vez fuimos. Tesorillos íntimos. Exvotos cotidianos. Menudencias del tiempo. Fruslerías de lo caduco. Un libro es también un estuche, un secreter de carey.

Al parecer, la biblioteca municipal de Rentería ha organizado una curiosa exposición con los objetos que lectores y usuarios dejaron olvidados en libros prestados o donados. La cata ha permitido exponer marcapáginas, fotos, tickets de compra, notas manuscritas, prospectos médicos, restos de papel higiénico, horquillas para el pelo, papeles con dibujos infantiles y hasta botes de maquillaje espachurrados. Un libro. Un objeto. Una persona. Trilogía para la vida.

Decía el poeta checo Jaroslav Seifert que amaba tanto a los objetos porque la gente los trataba como si no tuvieran vida. Los objetos perdidos en los libros son los que tienen más vida propia. Una biblioteca es también una oficina de objetos perdidos. Somos lo que perdemos o dejamos olvidado. Y así se crean tramas literarias entre desconocidos y entre posibles museos que harían bien en mostrar la riqueza expositiva de lo ínfimo. Me he acordado de lo que le habría gustado visitar a Orhan Pamuk una exposición de objetos perdidos entre páginas de libros como la de la biblioteca de Rentería cuando concebía su Museo de la Inocencia en el barrio de Çukurcuma de Estambul (memoria de su ciudad a través de los objetos maniáticamente citados en la novela homónima).

Sugiero a la Biblioteca Infanta Elena que conciba una exposición de objetos perdidos entre libros. Podrían hallarse no sabemos qué tesoros fabulosos del tiempo sin tiempo. Esos olvidos que hoy somos (el ticket del Aldi, un código QR, el papelillo de una cita médica, la muestra de una crema antienvejecimiento, una tarjeta de embarque de Ryanair). O esos olvidos imaginados de lo que una vez fuimos (una reseca hoja de laurel, la entrada fósil para un concierto de Cita en Sevilla, un billete de tren de antes del AVE, estampitas de Vírgenes, otra vieja entrada de fútbol para ver al Sevilla o al Betis, el envoltorio de un caramelo Sugus, pegatinas para la Mobylette Cady, la estampa acaso siniestra de una Primera Comunión). Un libro. Un objeto. Una vida. No hay mejor trilogía literaria y de suspense.

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