El fundador de la Alhambra de Granada era de Jaén: conoce la historia del "rey rojo"
Muhámmad I, creador de la dinastía nazarí que conquistó Granada, era natural de Arjona
El curioso origen de la calle Salsipuedes, en pleno barrio de San Ildefonso de Jaén

Arjona/Pocos conocen que el fundador del Reino nazarí de Granada y de la icónica Alhambra, Muhámmad I, tenía raíces en la provincia de Jaén. Nacido en 1194 en la localidad de Arjona, este líder carismático e inteligente logró consolidar su dominio en el sur de la península ibérica en un período convulso de la historia medieval.
De Arjona a la creación de un reino
Muhámmad ibn Nasr, conocido como "el rey rojo" debido al color de su cabello (ya que ser pelirrojo y árabe en la época era una rara avis), pertenecía a la familia de los Banu Nasr, los Nazaríes, linaje que afirmaba descender de un compañero del profeta Mahoma. Su infancia transcurrió en una época marcada por la fragmentación del dominio musulmán en la península, tras la debacle almohade en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212.
Su ascenso al poder comenzó en 1232, cuando se proclamó sultán de Arjona, aprovechando el descontento popular contra el emir de Murcia, Ibn Hud. A partir de ese momento, inició una expansión territorial estratégica, conquistando Guadix, Baza, Jerez de la Frontera y, finalmente, Jaén, donde estableció su primera capital.
La fundación del Reino nazarí y la entrada en Granada
El punto de inflexión en la historia de Muhámmad I llegó en 1238, cuando tomó Granada y la convirtió en la capital de su emergente reino. La ciudad, situada en un enclave privilegiado entre montañas y fértiles vegas, muy cercana a Jaén, ofrecía una defensa natural perfecta frente a los ataques cristianos.
Al entrar en Granada, Muhámmad I pronunció la célebre frase "No hay vencedor sino Dios", lema que se convertiría en la divisa de la dinastía nazarí y que aún hoy se puede ver inscrito en las paredes de la Alhambra.
La Alhambra: un homenaje al "rey rojo"
El nombre "Alhambra" proviene del árabe "al-Ḥamrā'", que significa "La Roja", en referencia tanto al color rojizo de la edificación como al apodo de su fundador. Aunque la colina de la Sabika ya contaba con una fortaleza previa, fue Muhámmad I quien la transformó en un palacio y centro de poder, comenzando las obras que culminarían con los majestuosos edificios nazaríes de siglos posteriores que diariamente visitan miles de turistas.
Bajo su reinado se mejoraron las fortificaciones, se construyeron las torres de la Vela y del Homenaje y se estableció un sistema de canalización de aguas desde el río Darro, lo que permitió la futura expansión del conjunto monumental. De hecho, una de las catorce visitas guiadas que ofrece La Alhambra en la actualidad se basa en el poder del agua y en esas acequias que surten de vida todo el conjunto monumental.
Alianzas y pactos con los reinos cristianos
Muhámmad I fue un hábil diplomático. En 1246, firmó un tratado con el rey Fernando III de Castilla, mediante el cual cedió la ciudad de Jaén y se convirtió en su vasallo a cambio de una tregua de 20 años. Este pacto permitió al emir fortalecer su reino sin amenazas inmediatas, asegurando su estabilidad interna.
Como parte de su compromiso con Castilla, el monarca nazarí envió tropas para apoyar la conquista cristiana de Sevilla en 1248. Esta relación de conveniencia se mantendría hasta que en 1264 Muhámmad I buscó apoyo en los benimerines del norte de África, rompiendo su alianza con Alfonso X el Sabio.
El legado de Muhámmad I
El primer rey nazarí falleció en 1273 tras caer de su caballo, dejando un reino consolidado y una dinastía que gobernaría Granada durante más de dos siglos. Su hijo, Muhámmad II, continuó su labor, ampliando la Alhambra y fortaleciendo el reino frente a las amenazas cristianas y africanas.
La Alhambra sigue siendo hoy un símbolo de su legado, un testimonio de la grandeza de un hombre que, partiendo de una pequeña localidad de Jaén, logró fundar uno de los reinos más fascinantes de la historia de la península ibérica.
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