Res pública

Res pública / Alejandro González

Como cada 14 de abril muchas personas celebraron hace unos días el aniversario de la proclamación de la Segunda República. Y sinceramente no termino de entender el motivo por el que otras muchas no lo celebran con idéntico entusiasmo. Es tal la polarización de la sociedad española que lamentablemente se sigue relacionando una forma de Estado como es la república con ideas de izquierdas, cuando la mayor certeza histórica que puede respaldar ese argumento es que las dos repúblicas que ha tenido este país han comenzado con la expulsión de un rey y han acabado trágicamente con sendos golpes militares de la derecha. Durante la Segunda República gobernaron partidos de ambos bandos y es innegable que hubo graves convulsiones sociales y atroces crímenes que condenar, pero nada puede llegar a justificar un alzamiento armado y mucho menos una guerra, fratricida para más inri.

Lejos de reivindicaciones, revanchismos y valoraciones personales que les corresponden a ustedes en su fuero interno, tampoco quiero detenerme lo más mínimo en el concepto romano de Res Publǐca, aunque le dé nombre a este artículo. Es más, solo quiero preguntarles directamente si siguen siendo ustedes tan infantiles como para creer que la bandera es de fachas y la república de rojos, porque si es así es que han contraído el virus del fanatismo político, extremadamente contagioso y sin cura conocida una vez se inocula en la víctima.

En la actualidad vivimos en una Monarquía Parlamentaria, que no es más que un eufemismo que significa “no me fío ni un pelo”. Es decir, mejor tener una institución como la Casa Real dedicada solo a representar al Estado y en la que el Rey sea más una alegoría que una persona, que dejar ese papel a alguien electo y sin un simbolismo atemporal al margen de partidismos. Si estos últimos los sufrimos en la no renovación del Consejo General del Poder Judicial, imagínense ustedes qué pasaría a la hora de elegir a todo un Presidente de la República…

El caso es que por mucho que se desee gozar de una república al nivel de Francia, Alemania o Estados Unidos, cada una con sus peculiaridades pero que gozan de una madurez democrática fuera de toda duda, en España esa palabra aún remueve viejos miedos y siempre activa los mismos resortes. Así que la única forma de que llegue una hipotética Tercera República y que no acabe como sus hermanas pasa por una renuncia voluntaria del Rey o la Reina de turno, dando lugar a una nueva transición. Pero no una transición política, sino de paradigma y de mentalidad del pueblo. Y eso llevará tiempo así que, con todo el dolor de mi corazón, espero no ver pronto una república, porque eso significará que nos estamos saltando nuestra adolescencia democrática y volvería a fracasar del peor modo posible. Ya pueden insultarme…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios