Bar Dueñas, refugio para caminantes

¡Oh, Fabio!

24 de julio 2025 - 03:10

Fue el poeta y viajero jubiloso Pepe Serrallé el que desarrolló la teoría de que la Alfalfa era el centro neurálgico de una Línea Maginot que dividía al Casco Antiguo de Sevilla en dos zonas claramente diferenciadas: la sur, entregada al turismo y sus excesos; y la norte, reserva urbana en la que los nativos aún podían vivir de espaldas al gran fenómeno de las migraciones lúdicas del siglo XXI. No duró mucho. Por la historia sabemos que nunca ha existido muralla capaz de contener el ímpetu de una horda y, hoy, las colas de guiris en el Rinconcillo son la imagen más evidente de una claudicación que, como en el célebre soneto de Ángel María Pascual, nos ha dejado fuera de nuestro propio solar. Lo dicho, sin embargo, no significa que no existan aldeas galas que aún resisten a ese estilo IV Imperio (el de la globalización) que está convirtiendo en clones a las ciudades de la vieja y humillada Europa. El Bar Dueñas es una de ellas. Como ya saben, el Ayuntamiento lo ha nombrado recientemente Establecimiento Emblemático de la Ciudad de Sevilla, pomposo título municipal que es como nombrar catedrático honorario de Filosofía a Sócrates, pero que no deja de provocar una sonriente satisfacción en la mucha y variada parroquia que por allí abreva y pace. Al fin y al cabo estamos en el bar en el que, según Ventura Comino, se comen los mejores boquerones de Sevilla, plato que el gran escritor y crítico gastronómico devora con el regodeo de un gato callejero.

En la España de la polarización y de los guetos, es el bar Dueñas uno de esos lugares donde coinciden tirios y troyanos en temporal armonía: títulos del reino con la vieja guardia roja; periodistas de derechas con editores de la izquierda civilizada; cofrades policromados con ateos monocromos... Hasta los guiris guardan una extraña compostura y se limitan a escudriñar a la fauna local con curiosidad ornitológica. Entre tanto espécimen que por allí anida es difícil no encontrar algún entretenimiento.

Del dios Dionisio, Píndaro decía que era “la luz pura del pleno verano”. Lo recordamos cuando, ya con el estío apretando los termómetros, abandonamos el Dueñas aromados de vino y nos fundimos con la luminiscencia abrasiva del estío sevillano. A lo lejos sigue sonando la gran perorata de los amigos. No hay mejor refugio para caminantes. Gracias, Manuel, Marta, Antonio y César. Y enhorabuena.

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