José Antonio Carrizosa

Hora de poner límites

Alto y claro

29 de julio 2025 - 03:07

El Colegio de Economistas de Sevilla tiene la buena costumbre de publicar periódicamente un barómetro sobre la situación de la provincia, que constituye una de las mejores y más útiles compilaciones de datos y análisis de perspectivas que se pueden ver por estas tierras. En el último, dado a conocer a mediados de este mes, advierte de que el mercado turístico en Sevilla ha tocado techo y que el sector no debe esperar ya muchos récords en número de visitantes o pernoctaciones. Ha entrado en una situación de meseta, motivada, entre otros factores, por la evolución de los precios de los alojamientos y la hostelería, que resta competitividad a los principales destinos españoles. Ahora, apuntan los autores del estudio, para un turista español puede ser más atractivo y económico viajar al Caribe que a la Costa del Sol.

Las conclusiones del barómetro deberían hacer reflexionar a un sector que piensa que el turismo es un maná sin final y que sus márgenes de explotación son ilimitados y a unas autoridades municipales y autonómicas convencidas de que dejar hacer y no poner freno a los abusos es la mejor forma de asegurar como bolsa de votantes a todos los que de una u otra forma se benefician del fenómeno, que no son pocos, pero no son todos.

A pesar de que es evidente para cualquier observador que el turismo está rompiendo las costuras de la ciudad, las expectativas de negocio deben de continuar muy altas. De otra forma nos explica la enorme cantidad de hoteles de todo tipo que están en proyecto, que los pisos turísticos sigan siendo un mercado salvaje al que nadie pone reglas o que la hostelería, en una escalada de precios imparable, siga volcada en el turista, abandonando a sus clientes tradicionales.

Esas expectativas hacen también que los empresarios actúen como grupo de presión y bloqueen regulaciones que pondrían un poco de orden en la selva. Desde un control efectivo de los pisos que se ofrecen de forma irregular como alojamientos y que han distorsionado el mercado del alquiler hasta extremos increíbles a la introducción de una tasa turística que ayudara a compensar los costes sociales que lleva aparejados la invasión turística. El Ayuntamiento de Barcelona acaba de anunciar que va a incrementar esa tasa en el doble para situarla en los ocho euros por persona y noche. Aquí, la Junta sigue impidiendo que se pueda poner en marcha una medida similar, acobardada por la presión patronal y a pesar de las insistentes peticiones municipales.

Si el turismo ha tocado techo, como avisa el Colegio de Economistas, la obligación de todos los agentes implicados es cuidarlo para mantenerlo en las mejores condiciones posibles. Poner fin a la selva en la que la voracidad de unos y la pasividad negligente de otros lo ha convertido es la mejor manera de preservarlo. La forma de hacerlo es primar la calidad y eliminar los excesos. Justo lo contrario de lo que se ha hecho en Sevilla y de lo que se continúa haciendo, como puede comprobar cualquiera que se dé una vuelta por los lugares más emblemáticos de la ciudad.

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