La jornada laboral de 37,5 horas

11 de septiembre 2025 - 08:00

Supongo que usted estará al tanto a estas horas de la propuesta que se debate estos días en el Congreso de los Diputados. La reducción de la jornada laboral a 37’5 horas semanales sin reducción de sueldo que, salvo milagro al que se han encomendado los ateos sindicialistas patrios, no verá la luz por la falta de apoyos del Gobierno. Un Gobierno que sufrirá el enésimo revés político y que se empeña en mantenerse en el poder a pesar de no poder gobernar y del cada vez más estrecho cerco de la corrupción. O tal vez sea este el último motivo por el que aferrarse al sillón del gobierno.

La propuesta así a bote pronto, sin profundizar en la realidad del mercado laboral español, en las estadísticas de competitividad nacional y sin analizar ningún escenario más allá del titular, suena bien… ¿A quién en su sano juicio no le gustaría trabajar media hora al día menos ganando lo mismo? Por supuesto a todo el mundo. Al más “facha” del planeta, le gustaría disponer de esa media hora libre para dedicarla a su familia, a ir al gimnasio o a pasear tranquilamente después de un intenso día de trabajo. El problema es que las cosas no son tan sencillas como algunos las quieren hacer ver.

En primer lugar, vaya por delante que tengo serias dudas de que la intención del Gobierno sea la de sacar adelante este “logro” social. Que al menos esta sea la prioridad absoluta. Porque de ser una prioridad y un eje de la columna vertebral del Gobierno, este se atendría a negociar con la otra parte –la patronal- la llegada de esta medida. Sin embargo, el Gobierno ha omitido o desechado toda negociación tratando de imponer una medida que, tal y como se ha presentado es imposible de asumir por parte de miles de pequeñas y medianas empresas de este país, asfixiadas por una carga fiscal que les impide asumir más costes por si mismas.

La patronal ha advertido por activa y por pasiva que esta medida, sin una reducción de los costes laborales para las empresas, es imposible de aplicar en las empresas más pequeñas. Porque supone asumir una reducción drástica de la productividad de sus empresas sin que se vea compensada por una minoración de los costes. Y ello en un mundo en el que los márgenes comerciales están cada vez más estrechos, obligados por las grandes corporaciones que por economía de escala si pueden asumir trabajar con márgenes mínimos.

Este no es un asunto baladí. El empresario español no es en su mayoría ni Paco Roig ni Amancio Ortega. El empresario medio español es Manolo el del Bar, Puri la peluquera, Paco el de la tienda de la esquina o Mari la de la droguería de enfrente. Y para esa gente, prescindir media hora al día de sus empleados sin al menos ver aliviada la factura de los gastos asociados que el Gobierno impone a la hora de hacer efectiva una nómina, les supone tener que cerrar antes su negocio o pasar más horas todavía al frente del mismo, renunciando a su propia conciliación en favor de la conciliación ajena. Y no solo eso; si sabe que va a recibir menos trabajo por el mismo coste, se lo pensará cada vez más a la hora de contratar a alguien en su negocio.

Pero el Gobierno sabe que no puede asumir la minoración de los costes adicionales de la reducción de la jornada laboral, porque tienen un agujero negro en sus cuentas llamado “pensiones públicas” que hace que la reducción de los ingresos por las rentas del trabajo dispare todavía más la deuda que el sistema asume mes a mes y pondría en serio riesgo las prestaciones por jubilación de millones de pensionistas. Demasiado en juego como para sentarse a negociar lo que la patronal solicita.

Estos argumentos son de sobra conocidos por el Gobierno. Sin embargo, no parece querer ceder un ápice en su propuesta, aunque esta se aboque al fracaso. De hecho, empiezo a pensar que en la calculadora mente de Sánchez la estrategia pasa por alimentar el fuego de la división nacional, culpando por enésima vez a la derecha de “frenar un derecho social” sabedor de que mientras más se centre el debate en este asunto, más desapercibida pasa la pentaimputación de su mujer, el procesamiento de su Fiscal General o las decenas de frentes de corrupción que el presidente tiene abiertos.

Es curioso que pese a que la propuesta ha sido presentada casi como una medida estrella de la legislatura, el propio Sánchez apenas se ha referido a ella. Y es que en su fría y calculadora mente sabe que el fracaso de la medida le beneficia doblemente; por un lado se puede presentar ante su electorado como el único líder de la izquierda capaz de sacar sus proyectos adelante, puesto que el fracaso de la propuesta será endosado a Yolanda Díaz, por ser su impulsora. Y como colofón ganará una cortina de humo con la que distraer y dividir una vez más a la opinión pública de la realidad judicial que le acecha.

La jornada laboral de 37’5 horas no saldrá adelante. No porque los “fachas” no queramos, sino porque en realidad, esta propuesta nunca ha estado de verdad encima de la mesa del Gobierno. Es solo ahora, tras meses de patadas hacia adelante, cuando a Sánchez le ha interesado llevarla al Congreso sabedor de que con su fracaso, el saldrá ganando de nuevo. Usando a sindicatos y socios de Gobierno como títeres en su juego. Usted trabajará las mismas horas que antes y todo seguirá igual que antes. Porque la verdad es que en la reducción de la jornada laboral, usted y yo solo somos las marionetas de este juego.

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