Lo que vendrá después de Sánchez

03 de diciembre 2025 - 08:00

Cuentan algunas crónicas nacionales que en las bambalinas del Congreso y en las sombras de Ferraz, comienza a alumbrarse una insurgencia al régimen sanchista. Seguramente mitad avergonzados por tanto escándalo corruptivo y otra mitad con su mente en el meme “que me quedo sin comé”, no parece una novedad que en las hasta hace poco hacían prietas filas socialistas, empiecen los codazos para saltar del barco a la que se percibe el tambaleo del poder.

Sea por dignidad o supervivencia, los socialistas comienzan a mirar a las barcas de salvamento del Titanic con el nudo en la garganta del que sabe que en esas barcazas no hay sitio para todos y que más de uno se hundirá con él. El PSOE, convertido estos últimos años en una secta entregada a la causa de su líder, se ha entregado tanto a los deseos, caprichos y devaneos de Sánchez que ha sido implacable en su purga la disidente, convirtiendo al partido en un régimen vertical del que se empiezan a dar cuenta lo difícil que es salir.

Si hay algo bueno en estos años de “sanchismo” es que el ególatra líder socialista va a dejar algo más destrozado que el país y no es otra cosa que su propio partido. El socialismo no es más que una burbuja ideológica a la que si se pincha queda en nada. En un mal sueño de verano envuelto en escándalos de corrupción e historias de penuria económica por las crisis que dejan tras de sí, que los españoles tienden a olvidar cuando las cosas cambian. Pasó con Felipe, pasó con Zapatero y pasará con Sánchez.

Es algo que en la trastienda de Ferraz y en los pasillos del Congreso muchos intuyen muy cercano. Son conocedores de esa burbuja porque la han vivido en otras épocas. Saben que el sanchismo será recordado con desprecio por la sociedad y empiezan a hacer cálculos sobre como escapar de él. La travesía del desierto a la que se asoma el socialismo se antoja complicada y los precedentes no son nada buenos. Tras la marcha del Felipe González, el socialismo naufragó una y otra vez frente a la solidez económica del proyecto de Aznar, al que solo el 11M apartó del poder para dar paso a la época Zapatero.

Zapatero, maestro de Sánchez, sumió al país en la peor crisis económica de nuestra era y su legado fue un rastro de miseria que dejó a España al borde del rescate. Mientras nos vendían la fortaleza del sistema bancario español y que jugábamos en la Champions League de la economía, un gigantesco castillo de naipes se desmoronaba alrededor del Gobierno, que tuvo que impulsar una gigantesca operación de rescate bancaria, el FROB que sin ningún pudor luego han endosado a su sucesor en el Gobierno.

Rajoy logró revertir la caída al vacío del país, con medidas a veces acertadas, a veces criticadas, pero su incapacidad para controlar la mafia corruptiva que crecía a su alrededor dio vida a un PSOE que languidecía moribundo por el Congreso, huérfano de proyecto y de liderazgo e incapaz de ser alternativa para dirigir el país. Un partido en declive, con olor ese olor a naftalina que desprenden los armarios viejos donde se guardan las chaquetas de pana que recuerdan que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Fue tal el desamparo socialista que un niño bien de capital, yerno de un proxeneta, se montó con otros tres golfos en un Peugeot de segunda mano y se hicieron con las llaves del partido. De pueblo en pueblo, con paradas en ventas de luces rojas y verdes para repostar de por medio, el otrora partido hegemónico del país se entregó a un tipo sin escrúpulos al que tuvieron que echar una vez por sinvergüenza. Un partido que no tuvo más remedio que entronar de nuevo al niño guapo de papá, porque el panorama sucesorio era tan desolador que no había nadie con un mínimo de solvencia para dirigirlo.

Una reentrada de Sánchez a la cúspide socialista que vino acompañada de la voladura de todos los sistemas asamblearios del partido, otorgando poder ilimitado al líder que impuso su régimen dictatorial interno. Purga al disidente, eliminación de contrapesos, decisiones por encima de estatutos y reglamentos. Un modo de dirigir el partido que no dudó aplicar a su Gobierno, sobrepasando sin rubor todas las líneas rojas que se cruzaban en su camino. Hoy, en el ocaso de ese periodo sombrío hay quien empieza a ver que seguramente es un abismo lo que hay al final de ese camino al que han seguido a su líder.

Lo que vendrá después de Sánchez será el ocaso definitivo del socialismo. Un partido hecho un erial, huérfano de liderato, cercado por la corrupción y con olor a putrefacción al que espera un largo periodo de ostracismo. Tal vez el punto y final de la socialdemocracia española, tal y como ha sucedido en toda Europa. Los nuevos retos a los que se enfrenta nuestra sociedad necesita de las respuestas que nunca será capaz de dar el socialismo; inmigración, inteligencia artificial, la era exponencial, identidad digital, vivienda, sostenibilidad de pensiones… Todos esos retos a los que ha dado de lado el sanchismo.

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