Vetos y estigmas femeninos en la historia de la Romería de la Virgen de la Cabeza
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El cronista oficial de Andújar, Enrique Gómez, analizó el papel femenino en el culto de la patrona andujareña y de la Diócesis de Jaén, la Virgen de la Cabeza, en el marco del XII ciclo de conferencias La Virgen de la Cabeza en la Cultura, organizado por el Instituto de Estudios Giennenses (IEG) y la Real e Ilustre Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza.
Bajo el título Presencia de la mujer en las cofradías y Romería de la Virgen de la Cabeza durante la Edad Moderna, Gómez, que también es académico C de la Real Academia de la Historia y consejero de número del propio IEG, explicó que la participación femenina en este sentido ha pasado “muy desapercibida” tradicionalmente, en especial durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Por ello, el cronista andujareño se refirió a la necesidad de arrojar luz al respecto.
Fruto de su estudio y el análisis de los estatutos de las cofradías de Aguilar de la Frontera (Córdoba), Andújar, Baeza, Castro del Río (Córdoba), Jaén y Lucena (Córdoba), Gómez señaló que, aunque históricamente las cofradías “eran de hombres, fundamentalmente”, las mujeres podían pertenecer a estos colectivos, pero tenían menos derechos.
“A ellas se les llamaba cofradas en los estatutos para distinguirlos de los cofrades hombres. Podían entrar en las cofradías pagando una cuota o ser aceptadas por la asamblea tras una votación previa. Tenían derecho a heredar el puesto del marido, en caso del fallecimiento, y recibir en algunos casos el mismo tratamiento en su entierro, como se había hecho con el esposo”, detalló.
Expulsión de las fiestas de la Romería
Más allá de la vida cofrade cotidiana, la presencia de la mujer en la Romería de Andújar “era habitual”, según Gómez. “Sin embargo, se les atribuía algunos males de la fiesta abrileña y que para la mentalidad religiosa de la época suponían ofensas a Dios, a la Virgen y a los santos”, comentó el cronista, quien resaltó que, como fiesta posterior a la Cuaresma, la Romería “propiciaba que las pasiones humanas contenidas se desbordaran, porque servían también para muchos jóvenes como rito de iniciación en el sexo, incluso para las mujeres casadas que no podía tener hijos”.
Para evitar consecuencias de esta índole, en el siglo XVIII, “el ilustrado Martínez de Mazas propuso que lo mejor era que la mujer no asistiera a la Romería”, comentó Gómez.
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